DIOS
EN EL CENTRO DE TODO
(Jesús
Fraga Cid)
En
primer lugar, debo dejar bien claro que la ciencia es compatible con
la fe. Muchos científicos y pensadores eminentes y archifamosos a lo
largo de la historia (Platón, Aristóteles, Sócrates, Pitágoras,
I. Kant, Goethe, Friedrich Hegel, Hans Küng, Copérnico, Georges
Lemaitre, Isaac Newton, Galileo Galilei, René Descartes, Albert
Einstein, Blaise Pascal, Max Plank, Gregor Mendel, Niels Börh, Paul
Dirac, Carl Gustav Jung, J.
Kepler, Werner Heisenber, Schrödinger, Arthur Eddington, Wolgang
Pauli, Charles Darwin, Paul Davies, Francis Collins y así sin parar,
han conciliado su particular visión científica del mundo con la fe
en Dios. En realidad eso es posible. No lo digo yo. Lo dicen
muchos personalidades científicas y pensadores, entre ellos el ex
fraile dominico, biólogo, genetista y teólogo, Francisco J. Ayala,
expresidente de la AAAS (Asociación Americana para el Progreso de
las Ciencia, American Associaton for Advancement of Science), y
autor de muchos libros, entre ellos el libro “Darwin y el Diseño
Inteligente”. El español Francisco José Ayala posee la Medalla
Nacional de Ciencias de EE.UU. y el premio Templeton otorgado por la
fundación estadounidense John Templeton. Según este eminente y
prestigioso científico y teólogo, no hay conflicto entre ciencia y
religión, porque ambos tratan de asuntos que no se superponen: la
ciencia trata de explicar el origen y
composición de la materia y de la función de las partículas
subatómicas, de explicar el origen de la vida mediante la evolución
de las especies, de encontrar la respuestas a leyes físicas que
gobiernan en el universo, de comprobar hecho tangibles sobre hecho
concretos que puedan someterse a la experimentación de laboratorio con
el método científico… La
religión, por el contrario, trata de establecer unas buenas
relaciones entre Dios y el hombre, trata sobre el significado y
propósito último de la vida, sobre los valores éticos y morales que
inspiran y guían a la vida humana, etc.
El
método científico consiste en formular o postular teorías que
deben ser testeadas científicamente mediante la observación, la
experimentación, el
análisis comparativo, la inferencia y el
razonamiento deductivo. La
metodología materialista de la ciencia sigue un criterio o
parámetro: observación, hipótesis, predicción, verificación
y replicación (cualquier teoría o hipótesis que sea sometida al
método científico oficial debe ser falsable, en base al
epistemólogo Karl Popper). Una teoría es válida si cumple los
cánones del método científico. La ciencia utiliza, por tanto, una
metodología positivista y materialista. Descarta por absurdo todo
aquello que no se pueda probar en un laboratorio mediante el método
científico. En este sentido, el fundamento metafísico de la ciencia
es que la realidad última de todo es la materia y sus componentes
más elementales. No
existe nada más allá de la materia. No hay alma ni Dios.
Durante
la Ilustración y en la Revolución Industrial la ciencia imperó
sobre la religión, ya incluso desde la época de los atomista
griegos Lucrecio y Epicuro. La ciencia, a medida que evoluciona y
avanza, va ganando terreno sobre la religión. En ese nuevo contexto
histórico, cultural y social, la existencia de alma, de Dios, de la
brujería, de los fantasmas, de los médiums no era más que una
patraña de supercherías y supersticiones anacrónicas propias del
pensamiento mágico de la Edad Media. El
paradigma materialista y mecanicista de la física clásica
newtoniana que se prolongó durante casi
4 siglos y el darwinismo del siglo XX supusieron un serio revés
contras las religiones. Dios
no era el creador del Universo y del hombre para la ortodoxia
científica materialista. La concepción materialista y mecanicista
de la ciencia se extendió también a todos los fenómenos,
incluyendo la vida, el pensamiento y las emociones, y por supuesto, a
la actividad de Dios en el mundo y en la naturaleza. Esta secular
visión del universo, que duró casi 4 siglos, como expresé anteriormente,
ha originado una crítica feroz contra la religión, y más
especialmente, contra el cristianismo y la Biblia. Dentro de este
contexto científico, se llegó a la conclusión lógica de que la
leyes de la naturaleza eran inviolables e inmutables y que, por lo
tanto, era materialmente imposible de que sucediese nada que no sea
explicable en última instancia por leyes naturales. Esto implicaba
que no había nada milagroso en el mundo. El momento culminante de la
visión materialista, determinista y mecanicista del universo tuvo
lugar cuando el naturalista británico Charles Darwin postuló su
famosa teoría de la evolución por selección natural. Esta teoría
posibilitó que el mecanicismo se extendiese a toda la realidad.
Según este eminente y prestigioso científico, no sólo los procesos
físicos, sino también todos los procesos de la vida, ya sea
orgánica o inorgánica, están totalmente determinados por causas
naturales. Esto supuso un serio revés para la religión, y muy en
particular, para el cristianismo, ya que conceptos como espíritu,
voluntad moral, libre albedrío, ángeles, demonios, pecado, Dios-
fueron de inmediato relegados al mundo de lo imaginario, del
pensamiento mágico y de la superstición. En base a esto, la
creencia en un alma que trasciende a la muerte del cuerpo y de un
Dios confortador y sostenedor del universo fueron consideradas como
ideas irracionales, absurdas y ridículas, propias de personas de
mentes débiles, crédulas e ignorantes. Marx y Freud son dos de la
máximos exponentes, junto con Darwin, en la consolidación del
modelo mecanicista. Según estas personalidades, el mecanicismo
afecta también de una manera muy acentuada a las teorías de
carácter social: si todo el comportamiento humano está controlado
por leyes naturales, implicaría una desaparición de conceptos
religiosos como libre albedrío, pecado, responsabilidad moral, etc.
Por lo tanto, la voluntad y la elección no son más que meras
ilusiones, y que todos de un modo u otro estamos controlados por
fuerzas económicas, biológicas, sociales, culturales, etc. (Debo
añadir que la ideología atea de Karl Marx y Freud se debía más
bien a razones psicológicas y emocionales que a razones puramente
intelectuales).
Sin
embargo, gracias a la revolución de la física a principios del
siglo XX, especialmente la física cuántica supuso un serio revés
para el modelo determinista, materialista y mecanicista de la física
clásica. La física cuántica evolucionó a un ritmo estrepitoso,
mostrando una realidad realmente “mágica” con infinitas
posibilidades. En la física clásica el concepto de tiempo, espacio,
materia y energía eran entidades separadas, inmutables, estáticas y
absolutos. El
universo era con una gran maquinaria preprogramada que seguía leyes
deterministas y mecanicistas. Toda la materia de universo se medía
en términos separables, inertes, aislados, etc. La
revolución de la Física tuvo lugar gracias a los trabajos de Albert
Einstein y muchos físicos cuánticos. Albert Einstein, panteísta,
revolucionó el concepto de espacio, tiempo, materia y energía. El
tiempo no era lineal y el espacio no era tridimensional, sino que
todo fluye en un continuo espacio-tiempo tetradimensional. Esto es lo
que demostró Einstein a través de su famosa teoría general y
especial de la relatividad. Nada podía viajar a una velocidad
superior al de la luz (300.000 Km/s). A velocidades cercanas a la
luz, el tiempo se ralentiza y el espacio se contrae o solapa. Todo
era relativo. Albert Einstein sostuvo la idea de que la materia estaba
formada en realidad por energía comprimida. Una vez que la energía se
descompria, pasaba a un estado expandido. Esto dio lugar a la famosa
ley de la termodinámica de la conservación de la energía: "la energía
no se crea ni se destruye, solo se transforma". Esto significaba que
absolutamente todo en el Universo, incluso los seres vivos, estaban
formados en realidad por energía. Igualmente, físicos cuánticos que les
concedieron el
Nobel de Física, como a Einstein, entre ellos Niels Börh, Paul
Dirac, Max Plank y Werner Heisenber defendían que en la física de
partículas (mecánica cuántica), a nivel subatómico, las
partículas no se comportaban en función de leyes deterministas,
sino indeterministas. El propio Werner Heisenberg lo advirtió: una
partícula puede estar en dos lugares remotos a la vez (principio de
incertidumbre). Las partículas no se comportaban según las leyes de
la física clásica. Tenían un sentido dinámico, interactuaban
entre sí. Adentrándose en el corazón y estructura básica de la
materia, primeramente las moléculas, después los átomos y
electrones – y un nivel más básico - protones, neutrones, iones,
neutrinos, positrones, quarks- se comportaban de manera entrelazada
(entrelazamiento cuántico) y holística: la suma de las partes es
superior al todo. En
la Física
Moderna, las partículas o la materia se comporta de forma dinámica,
interactuando con otras partículas. La
mecánica cuántica nos enseño que a nivel microcósmico y
macrocósmico todo se comporta de manera holística. Conceptos como
superposición cuántica, colapso de función de onda, decoherencia o
acoplamiento cuántico ya eran parte de la terminología de la física
cuántica. La Nueva Física concordaba con las ideas de místicos y
sabios de la antigüedad. La realidad se torna más “mágica”.
Muchos científicos encontraron ciertos paralelismos entre la física
moderna y la mística oriental en conceptos como la interconexión
entre todas las cosas y el carácter dinámico y multidimensional del
Universo. En fin, que la física moderna, en un lenguaje científico,
redescubrió lo que los sabios y místicos de todos los tiempos
aseveraban: el universo es consciencia multidimensional.
La
física cuántica llegó más lejos todavía. Planteo la teoría de
los multiversos paralelos (teoría M). Según la teoría de
supercuerdas, existen al menos 11 dimensiones espacio-temporales. Se
postuló la existencia de los agujeros de gusano
(Rosen-Einstein-Podolsky), que son puertas dimensionales o fisuras en
el espacio-tiempo que permiten viajar una velocidad extrema de una
punta a otra del vasto universo o acceder a otras dimensiones
espacio-temporales de la realidad. Aunque
la física clásica tiene fundamento válidos, como el movimiento de los astros o cuerpos celestes (mecánica celeste), ha
quedado profundamente obsoleta y anacrónica en otros aspectos,
porque la Nueva Física (Física Moderna) plantea un paradigma
científico diferente al de la física clásica de la ciencia
tradicional. La teoría clásica del Big Bang postulada por el
religioso y científico Georges Lemaitre, fue reelaborada por otros
autores, como Sir Roger Penrose (multiuniveros cíclicos) y Stephen
Hawking (multiversos paralelos). La ciencia trata de encontrar una
Teoría del Todo que explique las leyes o fuerzas conocidas del
universo: la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y
nuclear fuerte.
Sin
embargo, la revolución de la física cuántica afectó a otras
disciplinas, como a la neurociencia. Existe una corriente de
pensadores, científicos, médicos y neurocientíficos que defiende
una revolucionaria teoría que parte de los estudios de la
relatividad general y cosmología de Einstein y del teorema de
incompletitud de Gödel: la teoría cuántica de la consciencia. Esta
teoría explica que la consciencia es un proceso cuántico que
trasciende a la materia (cerebro). El estudio de los microtúbulos de
las células nerviosas o neuronas hacen sugerir que la consciencia se
comporta de manera cuántica. Al estudiar la estructura básica del
cerebro, a nivel de los átomos y sus partículas constituyentes
hasta llegar al espacio vacío, se comprobó que se comportaban como
las partículas subatómicas siguiendo las leyes de la mecánica
cuántica. Esa caja de calcio escondía profundos enigmas. La
consciencia podía estar en dos sitios a la vez, como las partículas
subatómicas (superposición cuántica en la geometría
espacio-temporal). Esto ocurre durante las experiencias
extracorpóreas que tienen lugar durante las experiencias cercanas a
la muerte (ECMs). La consciencia se desliga del cuerpo físico al
menos temporalmente y en vez de desvanecerse o disiparse, permanece
activa debido a un extraño mecanismo llamado decoherencia cuántica
o acoplamiento cuántico. Este complejo mecanismo (decoherencia
cuántica) explica científicamente por qué es posible la vida
después de la muerte. Esta corriente de pensamiento filosófico y
científico, la teoría cuántica de la consciencia, tiene muchos
partidarios dentro del establishment científico, aunque, a pesar de
ser una teoría revolucionaria, importante y de profundo calado,
sigue siendo una corriente minoritaria dentro de la comunidad
científica. Son muchos los científicos que están presionando al
estamento científico para que modifique el modelo estándar de la
neurociencia de la ciencia academicista y oficialista (monismo
materialista o fisicalista). (Partidarios de esta corriente de
pensamiento: Sir Roger Penrose,
Stuart Hameroff, Karl Pribam, David Bohm, Paul Benioff, Henry Stapp,
Guenter Mahler, Mae Wan Ho, Paavo Pylkkanen, Harald Walach, Jiri
Wackerman, Jack Tuszynski, Dick Bierman, Koichiro Matsuno, Nancy
Woolf, Scott Hagan, Paola Zizzi, Alexander Wendt, Jeffrey Satinover,
Roeland van Wijk, Guenter Albrecht-Buehler, Ken Augustyn, Sisir Roy,
Menas Kafatos, Hartmann Roemer, E. Roy John, Gerald Pollack, Carlo
Trugenberger, Evan Harris Walker y otros.)
Ya Descartes
planteaba el modelo platónico dualista alma-cuerpo. Incluso llegó a
hablar sobre el “fantasma en la maquina”. El neurofisiólogo John
Eccles, Premio Nobel de Medicina, defendía un concepto de corte
dualista (dualismo idealista o monismo espiritualista) para entender
la condición humana. La física clásica, por el contrario,
consideraba, al igual que el universo, que los humanos somos
máquinas, es decir, que todo es materia, sin plantear ningún
aspecto trascendente en el ser humano a la muerte (alma,
consciencia, mente, etc.). Esto tiene su base, como digo, en la física
clásica y la teoría evolutiva neodarwinista somos maquinas
pensantes. Nada más. No hay alma (monismo materialista), ni vida
después de la muerte.
Sin
embargo, gracias a los nuevos y aplastantes paradigmas en el campo de
la física cuántica, la biología, la neurociencia , tanatología
(Sam Parnia, Peter Fenwick, Michael Sabom, Kenneth Ring, Melvin
Morse, Pim Van Lommel, Raymond Moody, Elisabeth Kübler Ross, George
Ritchie, Atwater, Bruce Greyson, Jeffry Long, Jose Miguel Gaona,
Penny Sartori, Ian Stevenson, Enrique Vila, Joe Fisher, Joel Whitton,
David Cheet, Van Hausen, etc.) y la parapsicología, se está
haciendo patente en el mundo científico la idea de que existe un
aspecto clave o dimensión esencial en el ser humano que sobrevive a
la muerte física.
Dios:
el último reducto de todo.
Hemos
visto que por norma general, por su condición profesional, los
científicos eluden cualquier apelativo que haga referencia a Dios.
De hecho, la partícula de Dios (bosón de Higgs) es un término
publicitario. Los científicos no tienen por costumbre, por su
praxis, hacer apelativos sobre Dios en sus teorías. No porque
nieguen en la actualidad su existencia o inexistencia, sino porque
no se puede comprobar científicamente. Por lo tanto, esa cuestión
queda al margen de todo pronunciamiento científico. Hemos visto
casos parecidos, como la famosa “antena de Dios” (lóbulo
temporal derecho) estudiado por la neuroteología, cuya base está en
la neurobiología de las experiencias místicas y espirituales.
Estudios o ensayos clínicos con voluntarios comprobaron que la
electroestimulación con campos magnéticos del gyrus angular
derecho, situado entre el lóbulo temporal, parietal y occipital,
origina artificialmente experiencias místicas y paranormales. Los
pioneros de esta investigación son Michael Persinger, Olaf Blanke,
Andrew Newberg, Vernon Neppe, Wilder Penfield, etc. La “antena de
Dios” es una teoría del campo de la neuroteología o neurociencia.
La base de esta disicplina está en la biología de las neuronas. La interrupción
y/o activación de ciertas áreas de la corteza cerebral produce la
experiencia de Dios. En el campo de la genética y de biología
molecular se ha descubierto una famosa molécula llamada DMT,
conocida mundialmente como la “molécula de la divinidad”, un
neurotransmisor endógeno del cerebro que provoca sensaciones
místicas y de comunión mística con la integridad del Cosmos en
situaciones de peligro de muerte, como en las ECMs. Igualmente, en el campo de
genética y biología molecular también se ha descubierto un determinado
gen, el VMAT2, conocido popularmente como el “gen de Dios”. La
existencia de este gen en nuestro Genoma Humano, como postulan
algunos, como Dean Hamer, de la Universidad de Harvard (EE.UU.) sirve
de mecanismo para tener una mayor inclinación hacia la
espiritualidad y la autotrascendencia.
En
resumen. La “partícula de Dios” en física (bosón de Higgs), la
“antena de Dios” en el campo de la neuroteología o neurobiología
(lóbulo temporal derecho), la “molécula de la divinidad” (DMT)
en el campo de la medicina o biología molecular, o el “gen de Dios” (VMAT2) en el
campo de la genética y biología molecular reflejan una realidad
subyacente en donde Dios es el último reducto de todo. El propio
Stephen Hawking, uno de los eminentes científicos más admirados y
respetados de este siglo, ateo convencido, no pudo eludir el
apelativo “Dios” en la que es, quizá, la cita más famosa y
controvertida de este científico:
"Si llegamos a descubrir una teoría completa, sería el triunfo
definitivo de la razón humana porque entonces
conoceríamos la mente de Dios".
Esa teoría completa se refiere a la teoría de campo unificado
(Teoría del Todo), de la que el científico panteísta Albert
Einstein estuvo buscando en la última etapa de su vida para explicar
las 4 fuerzas conocidas del Universo, ya citadas anteriormente. Sin
embargo, el futuro hallazgo de esa teoría jamás refutaría la
hipotética existencia de Dios. El teorema de Gödel, un principio
científico universal, comparable a la teoría de la relatividad de
Albert Einstein o el principio de incertidumbre de Werner Heisenberg,
estable limitaciones para las matemáticas y para el conocimiento
científico en general. En base a este principio científico, la
ciencia jamás tendrá una respuesta final a todos los misterios y
enigmas últimos sobre el origen del Universo y de la vida. Un
ejemplo de ello lo encontramos con la materia y energía oscura que
representan el 95 % del espacio en donde existe una vacío científico
que lo explique.
En
definitiva, el progreso de la parapsicología, el estudio sobre la
consciencia y sus estado alterados, sobre las experiencias cercanas a
la muerte y de los fenómenos psíquicos (telepatía, clarividencia,
precognición, etc.) y la aparición de nuevos paradigmas en el campo
de la física moderna, la biología, la neurociencia y la psicología
han provocado una demarcación de la secular visión materialista,
fisicalista y mecanicista de la ciencia tradicional, haciendo que el
tema de la inmortalidad y de la existencia de Dios sea centro de
debate en el mundo científico y académico moderno.
Esta
revolución interna dentro del estamento científico nos está
llevando a una nueva y diferente senda, en donde los viejos
conflictos entre ciencia y Dios, entre razón y fe, entre
materialismo y espiritualismo se diluyen, naciendo una nueva y
revolucionaria visión científica y filosófica del mundo conocida
como metarrealismo.
¡Muchas
gracias!
DOCUMENTAL SOBRE TANATOLOGÍA